A cien años de Octubre del 17

Este año 2017 se cumple un siglo de la revolución de Octubre de 1917 en Rusia, y también de la huelga general de agosto en España. Acontecimientos históricos esenciales del siglo XX que siguen dividiendo las aguas de nuestra sociedad, siendo claves para la recomposición del movimiento político de los trabajadores sobre nuevas bases.

La crisis internacional del capital desencadenada en la Gran Guerra de 1914 puso en marcha cambios que transformaron el mundo. Antes de la crisis de la Primera Guerra Mundial, la humanidad vivió un largo periodo de prosperidad que desembocó en catástrofe. ¿Cómo se vivió, políticamente hablando, este proceso contradictorio desde las filas del movimiento obrero organizado en nuestro país? ¿Cuál es, en nuestros días, la continuidad política de las principales enseñanzas políticas de Octubre?

Desde principios del siglo XIX, el movimiento socialista internacional, y el europeo en particular, tenía atragantada la cuestión de la guerra, coexistiendo en su seno posiciones contradictorias que les anulaba como instrumento movilizador y revolucionario contra la guerra y por el poder político. Los socialdemócratas alemanes, votando al lado de su burguesía por los créditos extraordinarios de guerra, dieron la puntilla definitiva a la Segunda Internacional. En España, el PSOE y la UGT, defendieron la figura de la neutralidad ante la guerra, pero sus dirigentes consideraban que la razón era de los aliados, lo que supuso abandonar, de hecho, toda posición de clase contra la guerra imperialista, al coexistir entre sus dirigentes varias posturas conciliadoras.

En 1915 tuvo lugar una Conferencia Internacional de las corrientes socialistas contrarias a la guerra en Suiza, donde estuvieron representadas las posiciones que más tarde lograron el triunfo revolucionario de Octubre del 17 en Rusia. La posición política de que no habría una paz estable sin revolución social y mundial resultaron minoritarias en la conferencia, y la inacción dominó a la mayoría de los partidos.

El socialismo español, que no participó del movimiento internacional contra la guerra, ni de la conferencia de Suiza, siguió en posiciones pro aliados. Hasta 1919 no se rompió la alianza de los socialistas con los republicanos, y solo por el hecho de evidenciar malos resultados electorales. En la práctica se mantenían paralizados en el terreno de la reforma del sistema político.

La crisis política internacional de 1917 fue decisiva. Sobre un trasfondo de crisis política e institucional en España, se reunía una Asamblea de Parlamentarios para tratar de abrir un proceso constituyente democrático que se apoyaba en las demandas democráticas nacionales catalanas.

El origen de la huelga del 17 en España fue la demanda de readmisión de los tranviarios y ferroviarios despedidos en la huelga anterior en Valencia. En solidaridad con los despedidos, el Sindicato Ferroviario del Norte convocó huelga general el 13 de agosto, con una clara falta de coordinación entre UGT y CNT. El día 18 la huelga general ya había sido aplastada por el Ejército que salió a la calle para impedirla y salvar la monarquía, provocando cientos de muertos y heridos, con dos mil detenidos. La huelga, por la represión desatada, solo se extendió más allá de esta fecha en las cuencas mineras. Los miembros de los comités de huelga fueron detenidos y encarcelados hasta la amnistía de 1918. La petición de libertad de los dirigentes huelguistas del 17 fue redactada por Unamuno en los siguientes términos: “para los condenados por la huelga de agosto debe haber no indulto ni amnistía -ni perdón ni olvido- sino justicia”. Cuatro de los presidiarios recluidos en Cartagena fueron elegidos diputados en las elecciones de 1918.

En ese mismo año de 1918, en Europa todo se tambalea. Se firmaba el tratado de paz entre el gobierno de obreros, campesinos y soldados de Rusia y la monarquía de Alemania, como auténtico preámbulo del armisticio de guerra con los aliados. Días después del tratado de paz se proclamaría la República de Berlín. Las tesis de la revolución social contra la guerra y el capital se abrían paso. Los socialistas españoles no entendían el proceso y por ello escribían en El socialista: “Rusia está madura para la democracia. No aún para el socialismo”. El periódico obrero socialista Nuestra Palabra fue el primero en reconocer políticamente en nuestro país el gran acontecimiento histórico que entrañaba la revolución rusa.

Pero hasta el XI congreso del PSOE, no se saluda de forma clara la revolución soviética, cuando ya había comenzado la agresión internacional contra la nueva república, y haciéndolo de esta guisa: “El congreso saluda con entusiasmo a la revolución rusa, viendo en ella el triunfo revolucionario del proletariado, que ha de transformar el mundo implantando el régimen socialista. El congreso acuerda protestar contra toda intervención extraña en Rusia y atentatoria a la obra revolucionaria de su república social”.

La república de los soviets, es decir de los comités de obreros, campesinos y soldados de 1917, tuvo una difícil y larga trayectoria histórica. Sufrió todo tipo de ataques y degeneraciones internas hasta acabar por desaparecer en 1991. Pero no cabe olvidar que, en sus inicios, la revolución de Octubre pudo celebrar la dirección de un nuevo partido, que consiguió aunar las principales reivindicaciones de los trabajadores de la ciudad y del campo, poniendo fin a la guerra, para inaugurar una nueva fase de la lucha internacional de los trabajadores por el socialismo en continuidad con la Comuna de París.

A cien años de Octubre de 1917, no caben formalismos de ningún tipo en las filas del movimiento obrero sino de reflexión; ya que está obligado a recomponerse contra el desastre del mundo bajo el capital y sus guerras. La contradicción fundamental de la sociedad nuestros días no es entre capitalismo y democracia como nos quieren hacer los partidarios del sistema sino entre capitalismo y socialismo.

En ese sentido, el nuevo zar de Rusia, el Sr. Putin, gusta decir que “el que quiera restaurar el comunismo no tiene cabeza; el que no lo eche de menos no tiene corazón”.

Las exigencias políticas de cambio revolucionario de nuestros días no solo anidan en los corazones y en las cabezas de millones de personas, sino, y además, en la experiencia acumulada, en la memoria política de 150 años de movimiento obrero organizado...