¿Franco solo fusiló a 23.000 personas? (II)
¿Franco solo fusiló a 23.000 personas? (II): Ángel Viñas - En este blog ya me hecho eco de los cálculos del profesor Eduardo González Calleja sobre los muertos por violencia política en el período que media desde la instauración de la República (14 de abril de 1931) hasta la sublevación militar de julio de 1936. Ascendieron por lo menos a 2629, más o menos identificadas[1].  No todas las muertes fueron iguales: unas fueron de derechas y otras (la mayoría) de izquierdas; unas sucedieron en actos individuales y otras en situaciones colectivas; unas víctimas iban armadas y otras no; unas fueron objeto de atentados y otras de reyertas. No puede decirse que las fuerzas del orden público se vieron desbordadas, salvo en casos muy particulares. 

Sin duda, 2629 fueron muchos muertos. Pero ¿se trató de un número exagerado en términos comparativos? Acudiré para el caso de Italia a un historiador de esta procedencia. Hay otros, pero Gentile tiene la ventaja de que su obra está traducida al castellano y que puede consultarse con toda facilidad. En su trabajo en torno a los antecedentes de la toma del poder por Mussolini en 1922[2], ha popularizado las estadísticas oficiales italianas de criminalidad en los años, infinitamente más tumultuosos que mediaron entre 1918 y 1921, un lapso de tiempo más corto y bastante más letal que el español. Los muertos por homicidio, nos dice, ascendieron a 8027[3]. La población italiana era muy superior a la española pero en Italia se montó una dictadura sin que le precediera una guerra civil abierta como en el caso de España (e internacionalizada, no hay que olvidarlo, desde antes de su estallido).


En el caso español siempre ha habido un baile de cifras sobre los asesinatos en la zona franquista y en territorio republicano durante la guerra civil. El señor vicepresidente de la FNFF no entra en esa contabilidad macabra. Hace bien, porque Francisco Franco, jefe del Gobierno y del Estado, Generalísimo de los Ejércitos, presidente de la Junta Política de FET y de las JONS, no sale bien parado. Prefiere centrarse en los “consejos de guerra”. No obstante se olvida, quizá por casualidad, de tres circunstancias perfectamente documentadas en la historiografía. La primera es que la mayor parte de las víctimas del “terror blanco” durante la segunda mitad de 1936 no pasaron por “consejos de guerra”[4]. La segunda es que los que se convocaron representaban una conculcación tal de la legalidad vigente que los rebeldes echaron mano de la vetusta, obsoleta y sobrepasada Ley Constitutiva del Ejército de 1878 que, por supuesto, tergiversaron arbitrariamente. Lo mismo hicieron con los Códigos Penal y de Justicia Militar, que que sobrevivieron a la guerra misma. Para matar acudieron a  los bandos que proclamaron los jefes de las fuerzas que se sublevaban y poco después al Bando de Guerra que proclamó a finales de julio de 1936 la cooptada Junta de Defensa Nacional de Burgos. Su única “legitimidad” y/o “legalidad” se sustentó, no hay que subrayarlo demasiado, en las bayonetas. La tercera circunstancia es que los consejos de guerra volvieron a brillar por su ausencia cuando en 1939 los vencedores ocuparon los territorios que hasta entonces se les habían resistido[5].

Moreno Gómez ha hecho un estudio exhaustivo de la sobremortalidad de la posguerra debida a una represión inmisericorde. Entre ella cifra el número de fusilamientos efectuados bajo Franco no en los 23000 del señor vicepresidente de la FNFF sino en torno a los 40000 (sin contar los realizados durante la guerra misma). Hay autores que aumentan esta cifra, pues como es fácil colegir los vencedores no siempre llevaron una contabilidad muy exacta y/o la base documental hoy disponible es endeble. Suele mencionarse la cifra de 50000.

Personalmente no olvidaré que uno de los comisarios europeos con quien trabajé y exministro de Asuntos Exteriores de Francia, Claude Cheysson, estuvo internado en un campo del norte como joven oficial huido tras la débâcle de 1940. Nunca visitó la España de Franco en silente homenaje a los ejecutados tras las sacas que casi diariamente se practicaban en el campo. Las hubo en muchos, probablemente después de pasar por Consejos de Guerra que, no hay que recordarlo, eran una farsa. Lo fueron desde el comienzo de la guerra civil, siguieron siéndolo en los años cuarenta (las memorias del profesor Nicolás Sánchez Albornoz, que se enfrentó a uno de ellos, describen el clima) y continuaron incluso en los años sesenta y setenta, como reflejan los abiertos a Julián Grimau y a Puig Antich, estudiados por Juan José de la Iglesia y Gutmaro Gómez Bravo respectivamente.

Una mera muestra para ilustrar el repunte de los paseos y de la ley de fugas tras el final de la guerra la da el ya mencionado Moreno Gómez. En Casas de Don Pedro hubo 70 paseados; en Orellana la Vieja, 63; en Don Benito, 61 (todos en Badajoz); en Pozoblanco constan 101. El responsable, a las órdenes de Franco y siguiendo instrucciones firmadas por él, fue el SIPM, encargado de llevar a cabo “el cumplimiento de misiones que no admiten demora”. En algún caso los papeles que aun se conservan establecen que 17 muertos fallecieron “después de la liberación de este pueblo (…) de hemorragia aguda por acción de agente traumático lanzado por las fuerzas de la Policía Militar”. Es decir, fueron asesinados por causas que solían enmascararse bajo las fórmulas de que se trataba de “destacadísimos elementos desafectos de la santa causa” o por supuestos “crímenes” cometidos durante “el Glorioso Movimiento Nacional”.

Afortunadamente, en otro de sus libros el mismo Moreno Gómez ha aportado toda una serie de datos cuantitativos, referidos a Córdoba, que permiten apreciar la magnitud de los fusilamientos en una sola provincia que no era precisamaente de las más pobladas. En Córdoba capital se registraron entre el 2 de junio de 1939 y el 21 de febrero de 1945 nada menos que 584. Si se sale de la capital, se alcanza un total de 1102 entre 1939 y 1941. Así, pues, en la totalidad de una sola provincia se han identificado casi 1700 fusilamientos después de la guerra[6]. Todos con nombres y apellidos. ¿Cuáles serán las magnitudes de las provincias ricas en población? Es obvio que quedaban muchas por “limpiar”.

Hoy es una banalidad señalar que la represión tras la guerra civil no se limitó a fusilamientos salvajes u ordenados por consejos de guerra sino que adoptó múltiples características entre las cuales las más letales fueron quienes murieron en campos de trabajo y en las cárceles. A ellos no se refiere el señor vicepresidente de la FNFF. ¿No ha leído, por ejemplo, los trabajos de Javier Rodrigo?

Desgraciadamente  los historiadores españoles y extranjeros no disponen de un asidero documental tan sólido como en otros países. Hace ya tiempo que unos y otros han denunciado que en los años del tardofranquismo empezó a producirse una destrucción masiva de la documentación relacionada con estos temas. Toneladas de papeles desaparecieron en las fauces de las trituradoras o, más carpetovetónicamente, en el fuego de las calderas o como montañas de basura[7]. Nunca fue por casualidad. De lo que se trataba era de eliminar pruebas. No obstante, a lo mejor quedan documentos que guarda como oro en paño la FNFF y que han permitido a su señor vicepresidente airear una cifra un tanto absurda. Todos le quedaríamos muy agradecidos si la sustanciara. (Continuará)